
En lo más alto del barrio Picachito, en la comuna 6 – Doce de Octubre, un escenario que alguna vez fue símbolo de vida comunitaria y cultural se había transformado en un basurero. El teatro al aire libre del parque El Palo, sumido en el abandono durante años, era una muestra más de cómo la indiferencia puede borrar los trazos del encuentro ciudadano. Pero la historia dio un giro.
Gracias a la fuerza de la participación y al liderazgo gestado desde el territorio, 220 personas —entre niños, jóvenes, barristas y estudiantes— decidieron no resignarse a la pérdida de este espacio y lo transformaron con sus propias manos. Fue una acción colectiva cargada de sentido, que devuelve a la comunidad no solo un lugar físico, sino también la posibilidad de imaginarse desde el arte, la convivencia y la esperanza.
Este proceso fue impulsado por las Escuelas de Participación, una estrategia formativa de la Secretaría de Participación Ciudadana, financiada a través del Presupuesto Participativo. En ellas, los participantes aprenden sobre liderazgo, organización, participación democrática y acción colectiva. Pero más allá del aula, lo aprendido se traduce en acciones concretas que impactan positivamente sus territorios.
La transformación del teatro fue posible gracias a la articulación de:
- 90 niños participantes de las Escuelas de Participación Infantil.
- 120 estudiantes de diplomados de liderazgo y participación.
- 10 jóvenes de la Escuela de Barrismo Social del Atlético Nacional.
- Y el acompañamiento operativo de trabajadores de Emvarias.
Juntos, con brochas, pintura, escobas y mucha creatividad, devolvieron al teatro su dignidad. Allí donde antes reinaba el abandono, hoy se alza un escenario listo para acoger manifestaciones culturales, encuentros vecinales y procesos artísticos que fortalecen el tejido social.
Participar es transformar
Esta recuperación no es solo un logro físico. Es, sobre todo, una muestra de cómo la ciudadanía empoderada puede resignificar el espacio público y resignificar(se). La historia del teatro de Picachito habla de una Medellín que, desde sus barrios, entiende la participación como motor de cambio, y la formación como herramienta para incidir en lo real.
El ejemplo de la comuna 6 demuestra que cuando se tejen alianzas entre lo institucional y lo comunitario, el resultado es más que un lugar recuperado: es un mensaje de posibilidad, un acto de resistencia cultural y un símbolo de ciudad viva.
«Este teatro no solo fue limpiado, fue reclamado, resignificado y devuelto al barrio por quienes entienden que la participación no es un concepto, sino una práctica diaria que transforma», podría resumir la esencia de este proceso colectivo.
Hoy, el teatro del parque El Palo no solo está listo para recibir funciones, talleres y expresiones artísticas. Está listo para seguir contando historias. Como esta.


